martes, 18 de noviembre de 2008

Pedagogia y cultura

¿Que tiene que ver la pedagogía

con... la cultura?

“Hasta la revolución misma es una obra cultural,

la expresión total de una vocación

y una capacidad creadora que justifican

y exigen de todos nosotros una profunda confianza en el porvenir”


En varios pasajes de la historia reciente, y en el proceso de gestación de una organización aparece en el temario la necesidad de debatir “lo cultural”. No caben dudas a esta altura que hay algo fundamental a la hora de pensar el rol de la cultura en la transformación de la sociedad, y es que tiene por lo menos un rol. Hasta ahí llegamos todos. Y en este sinsentido anida un problema a saldar. La brecha comienza a abrirse cuando pensamos los para qué tener en cuenta la cultural. Analizado en términos políticos estrictos, podemos afirmar que lo cultural “acumula”. Por lo tanto sirve, es útil hacer cultura en los barrios, en la universidad, acompañar los actos o marchas con festivales o coloridos, tenerlo como fachada de un local partidario, y otras. De cajón lo apreciable que esto esconde es una visión instrumental de ese rol. En esto radica la diferencia entre hacer política con la cultura, y construir una política cultural. El vetusto debate de los medios y los fines.

Pensar los sentidos, y los significados que ciertas prácticas o acciones culturales generan, como interpelan a los sujetos, que tipo de relación promueve entre ellos, cómo se valoran, el quienes la hacen y desde que lugar, el cómo las llevamos adelante, le agregan el condimento de ser expresiones y experiencias formativas, pedagógicas, y nos ayudarían a empezar a pensar la cultura como una herramienta específica.

Arrimemos algún combustible teórico al fogón. En la herencia de la educación popular encontramos que la pedagogía no es neutra ideológicamente, es así que en su elección hay un acto político fundante. Y si la entendemos como pedagogía de liberación, de formación de sujetos autónomos, es decir orientada a formar personas des-sujetadas del tradicionalismo, de las estructuras opresivas, de la reproducción de la dominación, nos posicionamos ideológicamente, y nuestras prácticas adquieren un sentido de lucha, de alternatividad, de disputa, de posicionamiento por fuera, y en el adentro, de “escrache”, de denuncia, de resistencia.

Pero necesario es tener en cuenta que la cultura, por mayor fundamento pedagógico o ideológico que tenga, o en su concepción más restringida como arte, no libera por sí misma. Parafraseando a la literatura ¿alcanza solo con blindar la rosa, o ponerle gatillo a la luna?, cómo metáfora de la exageración de las capacidades de las actividades culturales, o educativas. Los grupos culturales, las tribus urbanas, los colectivos de artistas, los medios de comunicación alternativos, que tienden a habitar los bordes, a extremarse en los planteos de autonomía, a proponer la automarginación como acción de defensa contra el sistema, y para sobrevivir “toman una casa”, o buscan terrenos inhóspitos desde dónde mantenerse puros frente a la dominación del capital… ¿qué proyección de vida, y propuesta liberadora encierran? A menos que el caballito de batalla sea un salvatage individual, y no una propuesta de emancipación real del conjunto de los oprimidos. Las prácticas culturales, o educativas, que se propongan como alternativas necesariamente deben estar asociadas a la construcción de organización, o inscriptas en un proyecto de emancipación que las contenga y potencie, a los movimientos sociales y políticos por el cambio social. Tomando prestadas palabras de un texto del portal “Darío Vive”: “… la lucha por la construcción de una hegemonía cultural alternativa, no se define exclusivamente en el terreno de la batalla cultural, sino fundamentalmente en el campo de la construcción política”. Uno puede gatillar desde ciertos lugares, o acorazarse de ciertas cosas, blindarse, pero sino se avanza en el terreno político, en la acumulación de fuerzas que desestabilice las relaciones de poder, y sostenga una visión estratégica de cambio social radical, a la larga lo hegemónico engulle. En esta inversión de los argumentos esta la diferencia. Lo cultural no como un mero instrumento de acumulación política, sino como una herramienta con propiedades particulares que orientadas por concepciones del mundo, de la sociedad, de la vida, alternativas, son un aporte fundamental en la construcción de poder. Ya que menester es tener presente que el poder de lo hegemónico no radica en actuar como moledora de carne, sino por saber adaptar al talle del sistema lo que parece indomesticable.

Por Antulio Pozzio

MTD Berisso - FPDS

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola gente, muy buena la nota, es re contra clara, bueno era para saludarlos y mandarles un abrazo a la nueva era de blogs.
Nos vemos!!!
Lucho (de los rústicos de agro que no escribimos pero leemos algo jaja)